viernes, septiembre 29, 2006

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jueves, septiembre 28, 2006

Shangai Express

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martes, septiembre 26, 2006

¿Quiere usted fuego?

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lunes, septiembre 25, 2006

La bondad del KGB

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sábado, septiembre 23, 2006

Glamour

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El dragón

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viernes, septiembre 22, 2006

La esposa ideal

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jueves, septiembre 21, 2006

No me mires así

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Avistamiento

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Tenemos un ganador

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miércoles, septiembre 20, 2006

Mudanza

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Aquella noche
cuando te visité,
no encontré a nadie.

Pensaba que estarías allí dentro,
radiante de alegría,
al saber que por fin
yo había regresado a la ciudad.

(Al fin y al cabo,
la intuición es legítima
para aquellos que vuelven
al punto de partida)

En cambio,
dócilmente,
descubrí que estaba solo
en medio de tu cuerpo.

No supe qué decir.

Pero quedó muy claro
que aquella reducida habitación
ya no sería mi casa.

(Ya sabes lo que cuesta a veces instalarse)

martes, septiembre 19, 2006

Casa desolada

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Nunca la casa
estuvo tan vacía como ahora.

Los niños han salido de excursión
con el colegio
y ya no volverán hasta el domingo.
Seguro que hoy
habrán pasado todo el día
pescando junto al lago.

Hace algunas horas
Harriet cogió sus bolsas y salió
a hacer unos recados.
"Volveré tarde", dijo.

Miro por la ventana
y veo caer el sol,
rojo en mitad del cielo despejado.

Me sirvo un vaso de whiskey.
Miro la calle.
Está ya casi anocheciendo.

Qué paz.
Bebo un buen trago.
Me tumbo un rato en el sofá
y enciendo el aparato de televisión.

Por hacer un poco de tiempo, fundamentalmente.

"Volveré tarde", dijo.

lunes, septiembre 18, 2006

Viva Las Vegas

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Cuando ahora recuerdo
todo lo que hice aquel verano
por llamar tu atención,
no puedo reprimir una extraña sonrisa.

Al principio fingía
que mi único objetivo
era ganar el Grand Prix de Las Vegas.

Aquello no te impresionó
tanto como yo hubiese deseado.

No era el primer piloto temerario
que veías
y apenas te inmutaste.

Tuve entonces que recurrir
a ciertas estrategias
no muy recomendables.

Te canté a la luz de la luna.

Serví champagne sobre tu copa,
vestido de botones del hotel.

Te hablé de mi amistad
con el círculo personal
del Presidente de los Estados Unidos.

Hasta te perseguí por la piscina,
vestido con mi traje y mi corbata.

Menuda forma de hacer el rídiculo,
me solías decir.

Eras tan hermosa.

Lo más cómico de todo aquello,
es que, a pesar de todo,
logré lo que me proponía.

El coche, la chica y la carrera.

No está mal, para un muchacho de provincias.

martes, septiembre 12, 2006

Una gran familia

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Mis padres apostaron
por una gran familia
y se pasaron media vida
haciendo hijos.

Escogieron sus nombres
guiándose con un gastado calendario
que muy probablemente aún conservan
en el interior de algún cajón en nuestra casa.

Sin embargo,
a pesar de su esfuerzo
y su dedicación,
ninguno de nosotros
consiguió ser un santo.

Cada uno
salió por donde pudo,
buscándose la vida.

Tampoco sería justo
decir que no tuvimos
el valor de intentarlo.

Me digo todo esto cuando vuelvo
al hogar de nuestra infancia
sabiendo que uno de los hijos de mis padres
murió ayer.

Nadie les ha dicho nada
todavía.

Esperando en su puerta,
poco antes de llamar
al viejo timbre,
aparece una idea
completamente fuera de lugar:

Lo malo del que apuesta
es que siempre pierde algo en el camino.

lunes, septiembre 11, 2006

Dolor de muelas

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Te tengo dentro.

Ya no sé qué ofrecerte
para hacer que te marches.

Me quitas el sueño,
me desvelas.

No puedes ni siquiera imaginártelo,
me he retorcido tantas noches
en la cama,
mordiéndome y rogando
por que desaparezcas...

Hasta me he llevado
las manos a la cara,
casi sollozando,
en aquellos momentos
particularmente insoportables.

¿Los recuerdas?
Claro que los recuerdas.

En otras ocasiones,
sin embargo,
cesas y detienes
tu punzante
castigo en mis encías.

Hay silencio.

Supongo que es tu forma
de quererme.

Pero lo mire por donde lo mire,
siempre llego a la misma conclusión.

Cariño,
eres un jodido dolor de muelas.

domingo, septiembre 10, 2006

Air hostesses

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Las vi pasar,
caminando y sonriendo,
como si el mundo fuese al fin feliz.

Sus uniformes, decorados
con los colores de la compañía,
sus tocados perfectos,
sus broches.

Saludaban a medida
que entrábamos en la cabina del avión.
Uno por uno,
nos prometían
un agradable viaje.

Nosotros sólo queríamos huir,
marcharnos del país sin dejar rastro.
Estábamos vencidos,
rendidos en sus manos.

Las azafatas nos acomodaban,
cuidaban de que todo fuese bien,
y nos dieron periódicos,
incluso una comida ligera.

Mientras tanto,
por debajo de nuestros pies cansados,
el mundo se destruía.

Pero no nos importó.
Volábamos.

sábado, septiembre 09, 2006

Sin ánimo de luz

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Sin ánimo de luz,
vagando a contra pie,
regreso a casa.

Las prisas y la ausencia de palabras
hacen que me remonte a algún destello
en la claridad íntima y salvaje
de la niñez que me extravió.

En el corazón de aquel pasado
casi siempre poco confesable,
leo algunos libros
que me sirven de distracción
.

Entablo ese discurso
-mi diálogo de verdugos personal-,
donde suelo salir siempre mal parado.

Es lo mismo,
he perdido ya tantas veces la cabeza...

No estás
-no estoy, me digo-,
y me cabreo
o me sereno
y me engaño de nuevo.

Relleno el vaso
hasta el final-el fin-el borde.
Y bebo,
bebo mucho.

Sin ánimo de luz,
vagando a contra tiempo,
vuelvo a casa.

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